“La Piedra en el Cigüán”
Por: Pablo Solórzano Gudiel
Esta es una historia, como muchas; que tejen enramadas en la mente de las personas; esas que cuando son contadas, rayan el espectro de una simple oración: “Es esto posible”. Nadie lo sabe, pero así es; en las altas montañas del bosque húmedo de Guatemala, hay un barranco tan profundo que nadie lo ha bajado; tan ancho que nadie se ha atrevido a cruzarlo; todo el tiempo esta cubierto por la penumbra y la niebla; pero al llegar a la orilla uno se topa, con una monumental piedra; esta es la historia de cómo un barranco se llena de misterio y fascinación. Hace mucho, antes que los primeros conquistadores llegarán, esa niebla no existía…
- Secjayá, trae el agua – una madre ataviada en su sembradío, llamaba a su hijo – apúrate que el sol ya se oculta.
El niño obediente, hizo su labor; estaba emocionado hoy miraría a su padre que por dos lunas estaba ausente, Requej, bravo cazador del bosque de aspecto firme como si Corazón del Cielo lo hubiera arrancado de un macizo pedregal; llegaría al caer el sol, con el producto de su caza. Secjayá, el niño veloz de ávido oído, alzó la mirada al escuchar a lo lejos, unos pasos fuertes, pisadas como las de su padre; ante el suceso salió en búsqueda de su padre y lo encontró, con un gigantesco tapir en el hombro; al ver a su padre el pequeño lo abrazó, el lo sujetó con el brazo que traía libre y regresaron a la choza, que días anteriores tenía un aura de remembranza; pero que hoy se llenaba de júbilo por la presencia del ausente.
La calma perduraba en la inmortal montaña, defendida por un imponente cigüán que de caerse por él se podría llegar a los mismos territorios de Xibalbá; solo los habitantes de la pequeña aldea, eran su únicos habitantes; la montaña está de fiesta es tiempo de celebrar la cuarta luna de Ixchel; los niños corren, la gente vestía sus mejores atavíos y doradas alhajas, todos se dirigen al templo a la celebración; dorada morada que los dioses habitan en los días de su fiesta, todo era tumulto, música, danzas, el crujir de tambores, al ritmo del tun y las chirimías.
- Secjayá salgamos, vamos a jugar – dijo Ulej, un amigo de Secjayá; ambos salieron corriendo y cruzaron el largo puente que era la única vía de comunicación hacia el otro lado del protector cigüán, corrieron por el bosque por donde sus padres cazan; llevaban largo rato fuera de la seguridad de su aldea; hasta que los oídos de Sechayá percibieron algo; era un sonido completamente diferente a los que él estaba acostumbrado, como si algo tronará; corrieron los dos niños, por la curiosidad de saber lo que pasaba; cuando vieron un grupo de seres que nunca habían visto; eran altos hombres de brillantes vestiduras, con extrañas lanzas; sus cabellos brillaban como la luz del sol y unos animales grandes de cara larga que nunca habían visto; al verlos sintieron miedo y corrieron de regreso a su aldea.
- Vengan, miren hay personas raras – dijeron ambos, todas la personas corrieron a la orilla del cigüán; veían como caían centenarios árboles, porque los conquistadores se hacían paso.
Utz Quejebex, el sacerdote; llamó a toda la aldea y con voz de fuego dijo que un grupo de guerreros defendería la aldea; eligió a cinco cazadores, los más dotados y diestros conocedores de la selva; llamó a Balam Tzó, gran cazador capaz de partir en dos un Inup; Tzejel Kan, gran tirador capaz de hacer descender muerta un águila en vuelo con sus flechas; los gigantes gemelos Tzel Balik y Tzel Cahuí, cuyos pasos agrietaban el suelo; y Requej, hábil cazador capaz de pelear con un jaguar. Los cinco salieron de la aldea; cabizbajos cruzaron lentamente el puente, todos a excepción de Requej, no tenían hijos; Requej no iba cabizbajo, en su mirada se miraba solo una cosa regresar con su hijo Secjayá y su esposa Ixtagel; recorrieron la selva hasta verlos; eran extraños, vieron cosas que los ojos de esta tierra no habían visto; escondidos en la selva se dieron cuenta que eran muy superados en número; Tzejel Kan, tomó su arco, apuntó y con disparo rasante y al vigía mató; al ver a su compañero muerto los conquistadores se levantaron y tomaron sus armas y gritaron todos: “Muéstrate en nombre del capitán Pedro de Luís y Castilla”, cuando esto sucedía emergió de entre el humo de las antorchas y las fogatas, una figura de negras vestiduras y de apariencia maléfica y con voz fuerte como rugir de jaguar gritó:
- Salgan, la corona española, es regia sobre ustedes; salid y someteos – era el susodicho capitán Pedro de Luís y Castilla, los cinco expectantes no comprendieron, nada, pero sabían algo que debían luchar. Salieron pues los cinco y empezaron a pelear contra los cien hombres de esa expedición. Caían como troncos derribados, los españoles empezaron a pelear uno contra uno hasta que su capitán les ordenó que los mataran. Quince hombres atacaron a Tzel Balik, entre todos lo mataron; Tzel Cahuí, dejó de pelear y abrazó el cuerpo de su hermano caído, un cobarde aprovechó esto y lo mató por la espalda. Tzejel Kan, subió a lo alto de un árbol, con su arco y sus flechas hirió a muchos, los españoles empezaron a lanzarle aceite y antorchas encendidas, perdió el equilibrio y cayó de lo alto; estaba aún vivo, el filo de una espada lo degolló. El amanecer estaba próximo, Balam Tzó peleaba con diez españoles, su maza golpeaba y la vida a estos se les escapaba; Requej con gran destreza se defendía y a la vez al enemigo la vida les arrebataba; de pronto los dos se vieron rodeados; eran demasiados y el cansancio se apoderaba poco a poco de sus cuerpos; Balam Tzó fijó su mirada en los ojos de Requej y comprendió que debía evitar que los españoles llegaran a la aldea; Balam Tzó, tomó su maza y abrió camino, la cantidad era demasiada Balam Tzó entregó su vida, Requej no volteó la mirada, comprendió el sacrificio de su compañero; por ello debía derribar el puente; ante la huída del último, salió en su persecución el capitán montado en su corcel, tras de él otros cinco soldados montados.
Al llegar a la orilla Requej, cortó las amarras y el puente colapsó; Secjayá escucho como el puente caía, camino lentamente hacia la orilla; presagiando una muerte que no esperaba; Requej volteó a ver al capitán que con mirada altanera lo retaba; Requej aceptó el reto, dio un salto, el capitán desenvainó su espada, y en el aire el acero traspasó el cuerpo de Requej; Secjayá escucho y con todas sus fuerzas gritó: “padre regresa”; Requej cayó al suelo, el grito le devolvió fuerzas, tomó la espada que ahora lo atravesaba, la tomó en su mano, volvió a saltar y miró como las pupilas del Capitán Pedro de Luís y Castilla perdían el brillo de la vida. Requej, herido se alejó de la orilla, divisó a los cinco soldados ellos lo vieron; corrió hacia la orilla, saltó y al saltar la tierra de la orilla desapareció; en su lugar la roca de la base se partió en dos; al amanecer los rayos del amanecer iluminaban la trayectoria del mítico salto; los soldados conquistadores vieron extasiados; la gran proeza; Requej llegó al otro lado, los soldados recogieron el cuerpo de su líder y se retiraron nunca regresaron.
Nadie sabe si Requej, vivió o murió; nadie supo de los guerreros de la Cuarta Luna de Ixchel y de cómo lucharon ferozmente hasta al amanecer; solo queda una Piedra Partida viendo al Ixtagel; pero les aseguró que si ponen atención en el Equinoccio, justo en la Cuarta Luna de Ixtagel; en esa montaña virgen, escucharán el rugir de los tambores.
FIN
buena historia, solo cuida unos cuantos errores de narrativa, repito muy centrada la historia el uso de la voz pasiva como medio de narración es muy bueno y único ya q no es muy usado, felicitaciones y adelante
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